miércoles, 2 de abril de 2008

Estoria: Día 5.4

Después de los saludos y las preguntas de rigor tras un reencuentro se dirigieron a la casa de Omaru. Era una vivienda grande, con varios dormitorios, pero a la vez muy humilde, fuera de todos los lujos que Tevo pudo suponer a un hombre de la posición social de Omaru. Por fuera la casa presentaba una forma ovalada, debido a los dos pisos de altura de los que constaba, con una puerta principal algo más pequeña que las del resto de Manieva, y numerosos ventanales, que dejaban entrar la luz con total facilidad. Por dentro, la planta de arriba, a la que se ascendía a través de una escalera de caracol, estaba destinada a la mayor parte de los dormitorios, compuestos únicamente por las camas, una pequeña mesita, un tocador con espejo incluido y una alacena donde almacenar el equipaje. En la parte de abajo se encontraban la cocina, donde estaba ubicada la chimenea, así como unos cuantos utensilios para cocinar; un pequeño comedor con dos confortables sofás de tres plazas cada uno y tres sillones, además de una mesilla y un armario con diversos tipos de bebidas y vasos; y la habitación para las mujeres, dotadas de los mismos muebles que las habitaciones de la planta superior, pero con dos camas, además de una pila con agua y jabón para la higiene íntima.
Los recién llegados sólo tuvieron tiempo de deshacer el equipaje, ya que la hora de la comida estaba ya bastante adelantada, y además tras tres días de camino ya tenían ganas de llevarse a la boca algo comida casera. Yurima, la casera de Omaru, había preparado pato asado, relleno con paté, patatas con huevos y una ensalada de tomate, lechuga y queso.
Durante la comida, Omaru se interesó por el viaje de Tevo, y se extrañó mucho al oír la historia del barco lijón que les había atacado. Después de que Tevo finalizara su relato, Omaru conservó un semblante pensativo y algo meditabundo durante todo el día.
El resto de la tarde lo dedicaron a pasear un rato por la ciudad, admirando las numerosas y hermosas obras de arte expuestas por toda Manieva. La mayoría estaban esculpidas en barro o piedra, y formaban figuras de todo tipo y muy diversas, aunque se dejaba intuir que existían varios estilos, los cuales conjuntaban a las esculturas por su época, significado o autor. Estaba claro que de existir un lugar en el mundo donde el arte y el pensamiento humano adquirían forma, ese era Manieva. Por todos lados se podía sentir el afán de creatividad y curiosidad que albergaba este pueblo desde lo más hondo de su sino.

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